Los que leo

domingo, 10 de abril de 2011

El corazón olvidado en medio de la estampida.


Estaba esperando el bus, llego 5 minutos antes de la hora, nunca ha sido puntual pero tampoco le gusta llegar muy antes o con retraso. Quizás, pensaba para sí, debió hoy quedarse en casa, hacerle caso a las sabanas que la retenían en la mañana y a ese reloj que dejo de funcionar anoche y no volvió a encender. El bus que esperaba alcanzaba la media hora de retraso, y a ella no le agradaba esperar.
Compro un jugo para entretener la espera y dejar de mirar al suelo como si fuera a encontrar respuestas. Estaba en la caja de pago cuando escucho su voz, no se atrevió a mirar, esa voz la conocía muy bien, aquel hombre que ella alguna vez amo hablaba con una mujer que repetía una y otra vez “estamos hoy de suerte”, mientras él decía que era solo coincidencia que el bus no llegase aún, que la suerte es solo una oportunidad, tal como un bus que tomas o dejas. Se paralizo en medio de todo, su corazón latió tan rápido que parecía querer brincar y escapar de ahí, ella simplemente miro hacia la salida y camino rápidamente sin mirar, sin mirar desde donde provenía aquella voz. A punto estaba de salir cuando choco de golpe con él, el jugo que había comprado se pulverizo al contacto con el suelo y se esparció allí tal como ella se deshacía en ese instante frente a él, el estruendoso ruido que hizo su alma en ese instante fue solo perceptible por las aves en algún lugar cercano a sus sueños.
Él la reconoció y no se atrevió a murmurar más que un hola, se quedaron paralizados por unos segundos que parecieron la eternidad absoluta. El amor entre ellos fue tan fugaz como intenso, nunca amaron más que aquellos días en que compartieron aquel invierno, ella recordó el momento en que conoció al hijo del nuevo novio de su tía, quienes se habían unido al grupo familiar que cada invierno se congregaban para compartir las vacaciones cerca de la montaña.
Él recordó la vez que escondidos en la alacena se dieron el primero de los tantos besos.
Ella parpadeo y recordó las veces que se reunían en la cocina o en el living de la gran casa de sus abuelos y pasaban toda la noche hablando o simplemente rozando toda su existencia.
Él recordó la vez que ambos se quedaron solos con el pretexto de estar enfermos, y lograron unir sus ansias, después en cada noche él desaparecía en medio de sus sabanas.
Ambos allí paralizados parecieron amarse igual que aquella vez, y mucho más que aquellos días, hasta que ella interrumpió aquella mirada de  ternura que ambos mantenían a una distancia que parecería una locura si su pasado los observara. 
Él no pudo pronunciar palabras, ella en cambio abatida comenzó a llorar y dijo: “lo siento, fue mi culpa, se me fue de las manos, lo siento, créeme que lo siento, fui demasiado frágil, fuimos demasiado frágil, llegamos demasiado lejos”, él solo bajo la mirada y se inclino a recoger los trozos rotos, entonces recordó la vez en que ella de golpe termino la relación, la vez en que ella entre sollozos le rompió el alma sin previa advertencia, la vez en que ella prefirió la realidad absurda de partir aquel verano a continuar sus estudios en un país lejano y no darle la oportunidad a él de seguir a su lado, fue tanto el miedo que la paralizo aquella vez que le temblaba el alma el haberse enamorado así, entonces prefirió escapar de lo que ella había aprendido a temer, a temer tanto como para huir. 
Y solo en ese insondable instante, al oír el estruendo del vidrio pulverizado al contacto con su realidad, donde tuvo la certeza que había optado por el camino equivocado, porque a pesar del tiempo y la distancia, su corazón había partido con él; y recién ahora le fue devuelto mezclado entre vidrios y aquel jugo que se esparcía.
                                                                                           Diciembre, 2010